YO NACÍ POR TI 


Antes de que todo comenzara ya existía aquel que es la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Aquel que es la Palabra habitó entre nosotros y fue como uno de nosotros. Vimos el poder que le pertenece como Hijo único de Dios, pues nos ha mostrado todo el amor y toda la verdad. – Juan 1:1


DESDE EL PRINCIPIO, mi Padre anunció que vendría el día en que tomaría forma humana para cumplir su promesa. En el Jardín del Edén, cuando la humanidad cayó en pecado, el Padre declaró que un Salvador heriría la cabeza de la serpiente. Esa promesa fue sobre mí. Desde entonces, la historia estuvo marcada por preparativos, señales y profecías que apuntaban hacia mi venida. Cuando llegó el momento perfecto, dejé mi trono en el cielo y vine a este mundo como un bebé. Nací de una mujer sencilla, María, en un humilde establo en Belén. Mi nacimiento no fue rodeado de riquezas ni pompa, sino de sencillez, porque vine a buscar y salvar a los perdidos, a identificarme con los humildes y a mostrar el amor eterno del Padre. Cada detalle de mi venida había sido anunciado: la semilla de la mujer, mi linaje a través de David, mi nacimiento virginal. Todo esto lo hice para cumplir lo que mi Padre dijo desde el principio. Vine a ser la luz en la oscuridad, a traer esperanza donde había desolación. Vine porque el amor del Padre hacia ti es inmenso, y su deseo es reconciliarte con él. Recuerda, mi nacimiento no fue solo un evento histórico, sino la expresión máxima del amor y fidelidad de Dios. Desde el Génesis hasta mi venida, el plan siempre fue redimirte y restaurarte. -.-


GÉNESIS 3.15; GÁLATAS 4.4-5; JUAN 3.16

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